miércoles, 13 de diciembre de 2017

SALIENDO CON MI JEFE







Un señor me insistió tanto que saliera con él, que termine aceptando. Pues era nada más ni nada menos que mi jefe, el dueño de la taquería donde trabajaba. Solo me invitó ir al cine y cenar algo, y como en esa semana yo había terminado con un novio, pues era una buena opción para salir y distraerme un rato.
Fuimos al cine y se portó muy caballeroso. Me complacía cuanto yo le pedía y me hizo sentir una mujer especial para él. Saliendo me llevó a cenar hamburguesas como estaba planeado y de ahí llegamos a las miche ladas, porque a él se le había antojado. Estuvimos un rato en un mirador y ahí se me declaro. Aunque ya me había manifestado muchas veces que yo le gustaba y entre bromas me pedía que fuera su novia, yo no lo había tomado tan en serio, una porque todavía tenía mi novio y otra por que es mucho mayor que yo. El tiene 40 años y yo apenas los 19, así que para mí era casi imposible andar con él y esa noche salí pero le puse muchas condiciones. Me termine la miche lada y me sentí más en confianza con él. Puso música romántica en su camioneta y el ambiente cambio para mí. Mire a mí al rededor y observe muchas parejas en el lugar, que se abrazaban y se besaban apasionadamente. Creo que en ese momento me puse algo sentimental y quise sentir el abrazo y apapacho de alguien. Hice como que me dio frío y rápido me ofreció un abrigo y me abrazo. Sentí rico su calor y al estar muy cercas de él, la tentación de un beso no se hizo esperar. Me robó el primer beso y yo le correspondí dándole muchos más. Nuestras lenguas juguetearon y los labios se besaron por casi una hora. De pronto a lo lejos, dentro de un coche, vimos como una pareja hacían el amor en los asientos de atrás y los gemidos de la chica sonaban tan excitantes que sin querer yo ya estaba muy a la orilla de la puerta abierta de la caja trasera de la camioneta y él entre mis piernas muy pegado a mí. Nos seguimos besando, pero en mi mente seguía creciendo el morbo de estar en el lugar de aquella chica que aquella noche gozaba de placer. De pronto sentí las manos de él recorrer mi vestido hacia arriba acariciándome las piernas. De lo apasionante que eran sus besos y lo rico que sentía su calor, dejé que sus manos jugaran un poco con el hilo de mis tangas que se sujetaban de mis caderas. Y lejos de prohibirle que no lo hiciera, me repegué más a él, abriendo más mis piernas, ofreciéndole en bandeja de plata mi vagina. El ambiente me estaba excitando y sentía tantas ganas de hacer el amor ahí, al aire libre, casi a obscuras, con música romántica y una chica que no dejaba de gemir de placer a lo lejos. Sin más que hacer para darle a entender lo que quería, él saco su verga y me la metió por un lado de la tanga.
-¡Uffffff!... ¡qué rico!.... – exclamé de placer al sentir su verga adentro.
No entro toda al momento, pero entre el mete y saca suave que me daba, fue entrando cada vez más hasta el fondo – Siiiiii… - volví a exclamar.
Una pareja que estaba cercas de nosotros, muy despistadamente volteaban, pero no me importaba que nos vieran, al contrario, me excitaba más.
Me estuvo cogiendo muy rico mi jefe. A veces suave, cuando nos miraban o yo empezaba a gemir fuerte, o rápido cuando se emocionaba, y así estuvimos un buen rato hasta que me dijo que ya no aguantaba, y se iba a vaciar. Para no ensuciarnos de su semen le dije que me los diera adentro, pero que después me comprara una pastilla para no quedar embarazada, y así fue, me dio toda su leche en mi vagina. Sentí rico sus líquidos fluir dentro de mí, tanto, que hasta yo también me vine. Terminamos de hacer el amor y nos fuimos a comprar la pastilla y de ahí me llevó a mi casa. Después de esa vez siguieron otras más, hasta que me hice de otro novio y me salí de trabajar de esa taquería y ya jamás volví a ver a ese señor que era mi jefe.

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