Un señor me insistió tanto que saliera con él, que termine aceptando. Pues era nada más ni nada menos que mi jefe, el dueño de la taquería donde trabajaba. Solo me invitó ir al cine y cenar algo, y como en esa semana yo había terminado con un novio, pues era una buena opción para salir y distraerme un rato.
Fuimos al cine
y se portó muy caballeroso. Me complacía cuanto yo le pedía y me hizo sentir
una mujer especial para él. Saliendo me llevó a cenar hamburguesas como estaba
planeado y de ahí llegamos a las miche ladas, porque a él se le había antojado.
Estuvimos un rato en un mirador y ahí se me declaro. Aunque ya me había
manifestado muchas veces que yo le gustaba y entre bromas me pedía que fuera su
novia, yo no lo había tomado tan en serio, una porque todavía tenía mi novio y
otra por que es mucho mayor que yo. El tiene 40 años y yo apenas los 19, así
que para mí era casi imposible andar con él y esa noche salí pero le puse
muchas condiciones. Me termine la miche lada y me sentí más en confianza con
él. Puso música romántica en su camioneta y el ambiente cambio para mí. Mire a
mí al rededor y observe muchas parejas en el lugar, que se abrazaban y se
besaban apasionadamente. Creo que en ese momento me puse algo sentimental y
quise sentir el abrazo y apapacho de alguien. Hice como que me dio frío y
rápido me ofreció un abrigo y me abrazo. Sentí rico su calor y al estar muy
cercas de él, la tentación de un beso no se hizo esperar. Me robó el primer
beso y yo le correspondí dándole muchos más. Nuestras lenguas juguetearon y los
labios se besaron por casi una hora. De pronto a lo lejos, dentro de un coche,
vimos como una pareja hacían el amor en los asientos de atrás y los gemidos de
la chica sonaban tan excitantes que sin querer yo ya estaba muy a la orilla de la
puerta abierta de la caja trasera de la camioneta y él entre mis piernas muy
pegado a mí. Nos seguimos besando, pero en mi mente seguía creciendo el morbo
de estar en el lugar de aquella chica que aquella noche gozaba de placer. De
pronto sentí las manos de él recorrer mi vestido hacia arriba acariciándome las
piernas. De lo apasionante que eran sus besos y lo rico que sentía su calor,
dejé que sus manos jugaran un poco con el hilo de mis tangas que se sujetaban
de mis caderas. Y lejos de prohibirle que no lo hiciera, me repegué más a él,
abriendo más mis piernas, ofreciéndole en bandeja de plata mi vagina. El
ambiente me estaba excitando y sentía tantas ganas de hacer el amor ahí, al
aire libre, casi a obscuras, con música romántica y una chica que no dejaba de
gemir de placer a lo lejos. Sin más que hacer para darle a entender lo que
quería, él saco su verga y me la metió por un lado de la tanga.
-¡Uffffff!...
¡qué rico!.... – exclamé de placer al sentir su verga adentro.
No entro toda
al momento, pero entre el mete y saca suave que me daba, fue entrando cada vez
más hasta el fondo – Siiiiii… - volví a exclamar.
Una pareja que
estaba cercas de nosotros, muy despistadamente volteaban, pero no me importaba
que nos vieran, al contrario, me excitaba más.
Me estuvo cogiendo
muy rico mi jefe. A veces suave, cuando nos miraban o yo empezaba a gemir
fuerte, o rápido cuando se emocionaba, y así estuvimos un buen rato hasta que
me dijo que ya no aguantaba, y se iba a vaciar. Para no ensuciarnos de su semen
le dije que me los diera adentro, pero que después me comprara una pastilla para
no quedar embarazada, y así fue, me dio toda su leche en mi vagina. Sentí rico
sus líquidos fluir dentro de mí, tanto, que hasta yo también me vine. Terminamos
de hacer el amor y nos fuimos a comprar la pastilla y de ahí me llevó a mi
casa. Después de esa vez siguieron otras más, hasta que me hice de otro novio y
me salí de trabajar de esa taquería y ya jamás volví a ver a ese señor que era
mi jefe.
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