lunes, 11 de diciembre de 2017

COGÍ CON MI VECINO






Tengo 24 años y un año apenas de casada. Mi esposo y yo nos fuimos a vivir a unos departamentos a las afueras de la ciudad. Yo siempre he sido un poco extravagante en mi forma de vestir; pantalones entallados, falditas cortas, shorts cortos... en fin, siempre muy provocativa, pero con la idea siempre de ser fiel a mi esposo.


Los primeros días en los departamentos, conocí a un señor como de unos 39 años, que vivía solo en frente de nosotros. Estaba recién separado de su esposa y también tenía poco de haber llegado a rentar ahí. Se portaba muy amable conmigo y a veces lo sorprendía mirándome cuando salía a tender mi ropa a la azotea del edificio, y eso me gustaba, no nomas por el él, si no por los llamar la atención de los demás hombres, me hacían sentir bella.   

Mi esposo, como trabajaba de custodio de carretera seguido me dejaba sola cuando salía de viaje, y yo para no sentirme a sí, hice amistad con el vecino que se miraba tranquilo, para no sentirme tan desprotegida.


Un día por la tarde, que mi marido no estaba, se me fue la luz en mi departamento, salí para ver si los demás tenían y escuche que el vecino tenía música, señal de que si había luz. Le toque la puerta y salió con una cuba en la mano todavía en sus cinco sentidos. Le pedí que me apoyara con la luz en mi cuarto y aceptó. 

Esa tarde yo traía puesta una blusita blanca con un shorts bastante corto de piyama, que no me había quitado desde que me levanté. Para mi era algo normal vestir a sí, pero para mi vecino era la oportunidad de darse un buen taco de ojo.

Terminó de arreglarme la luz en mi departamento y como agradecimiento, le ofrecí algo de dinero, pero no lo aceptó, y como pago por su servicio me pidió que lo acompañara a su departamento a tomar unas cubas con él para no estar tan solo. Acepté con la condición de que solo serían un par de cubas y ya, aunque esa noche mi marido no llegaría, pero no quería que se pensara mal de mí en el edificio. Entre platicas y risas vinieron las demás cubas y yo ya me sentía mareada, pero como me sentí muy a gusto platican y tomando con él, deje que el tiempo pasara y me quedé más rato.

De lo tomada que me puse, aunque había visto que él se había levantado para ir al baño, yo también me levanté para hacer pipí. Cuando entré, lo vi parado orinando todavía y me quedé parada sin decir nada, vi como al terminar, se la sacudió y voltio a verme. Yo solo me recargue en la puerta del baño observándolo, hipnotizada por el gran tamaño que se cargaba.   

- ¿Te gusta? - Me preguntó.


Y yo despertando del trance, voltee con él y me le quedé viendo...


- no... no...- le respondí avergonzada.


Quise salir del baño, pero él me alcanzo con el brazo y evitó que me escapara de él. Me tenía a su merced, donde cualquier hombre hubiera soñado tenerme, a sí que aprovecho la gran oportunidad y con el pene todavía por fuera, se me acercó y me beso. Sus manos recorrieron todo mi cuerpo, mientras que con su pene, bien erecto, me tallaba por encima de la ropa mi vagina. Fue entonces que me excité y se lo agarre, jalando suavemente el cuerito hasta descubrir la cabeza de su pene. No aguante más y me agaché para mamársela. El me sujetó con fuerza del pelo y yo recorría con mi lengua su grueso pene, como si fuera una rica paleta. Me puse de rodillas y quería mostrarle como se la estaba chupando, a si que lo miraba a los ojos para que me viera como la metía en mi boca y la sacaba mojada por mi saliva. 

Después de casi media hora no aguante más y me levante para llevarlo a ola sala. Nos desnudamos por completo y lo senté en el sillón. Casi nerviosa por imaginar comiendo su pene y que lo iba a hacer con alguien que no era mi marido, me quedé pasmada y me acerqué torpemente a él sin animarme a montarlo, pero él no pensaba lo mismo que yo, y me jaló de mis caderas para llevarme arriba de su pene y empezar la monta. Muy despacio fue entrando su rico pene en mi vagina, conforme dejaba caer mi cuerpo en el, hasta que sentí el tope y toda su verga adentro de mi. Me quedé quieta mirándolo a los ojos y sus manos apretaron mis nalgas, empujándome hacia a él y poder besar mis pechos y mi boca. Fue entonces que me prendí más y acariciando su cara empecé a mover mis caderas para arriba y para abajo, haciendo que saliera y entrara su verga en mí en cada ligero sentón. Los dos estábamos temblando de la emoción, él por haberme conseguido y yo por lo atrevida que estaba haciendo. Pasamos a su cuarto y se puso arriba de mí, su verga entraba y salía con fuerza, su peso me tenía inmóvil y eso me excitaba, me estaba haciendo suya y mis gemidos involuntarios cada vez eran más fuertes. Entre más me escuchaba gemir, más se emocionaba y aceleraba el ritmo. 

- ¡quiero tu leche! - le dije casi en gemidos mirándolo a los ojos.


Me puso mis pies en sus hombros y me dobló dándome con más fuerza, haciendo que yo rebotara en el colchón y pegando sus muslos en mis nalgas, entrando toda su verga en mí. No aguante más y empecé a gritar como loca, apretando con mis manos las sabanas, y pidiéndole más. Me llegó al punto "G" y exploté de emoción, había tenido un orgasmo y enseguida también él se vino dentro de mí. Fue tan rico que no quería que parara y exprimirlo por completo. Cuando me la sacó, a mi vagina le brotaba la leche que me había dado. Era la primera vez que me la daban. Mi esposo siempre se vaciaba a fuera o en el condón para no tener hijos todavía.


Después de esa corrida, vinieron otras 3 en casi toda la noche aprovechando que yo estaba sólita. Y a sí cada vez que me dejaba sola mi marido, me iba a dormir con mi vecino.            


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